Fake news are (not) news



Las teorías de la conspiración y las fake news son un fenómeno curioso. Leo un artículo del periodista Max Fisher en New York Times, en el que dice que “la creencia de que uno tiene acceso a un conocimiento prohibido da la sensación de certidumbre y control en medio de una crisis que ha puesto de cabeza al mundo. Y compartir ese “conocimiento” puede darle a la gente algo que es difícil de encontrar tras semanas de encierro y muerte: un sentido de voluntad propia”.
A diario, continúa Fisher, gente común cuyas facultades críticas parecen simplemente nubladas por sentimientos de confusión e impotencia, a decir de los psicólogos, esparce rumores y afirmaciones a todas luces inverosímiles. Las teorías conspirativas tienen un mensaje común: la única protección proviene de poseer verdades secretas que “ellos” no quieren que sepas.
La OMS ha avisado en este sentido del peligro de una “infodemia”, es decir, si la verdad no satisface tus necesidades, los humanos tenemos una capacidad increíble de contar historias (y creérnoslas). Snopes, un sitio que verifica información, dice en Twiter que “estamos ante montones de personas que, afanadas por encontrar consuelo, empeoran las cosas al compartir desinformación”. 
La creencia de que accedemos a información secreta puede ayudarnos a sentir que tenemos una ventaja, que de algún modo estamos más seguros. Así, proliferan noticias como la de que la pandemia es una ficción orquestada para controlar a la población, que la enfermedad no la causa un virus, sino las redes 5G. Salvini, Trump, Bolsonaro, líderes políticos cuyas ¿opiniones? Tienen enorme repercusión, promueven todo tipo de disparates. 
La creencia en un complot también tiende a aumentar la creencia en otros. Los expertos advierten que las consecuencias no solo podrían empeorar la pandemia sino además continuar una vez que esta haya pasado. Detrás de las noticias falsas hay una industria millonaria que genera dinero cuantas más veces se comparta una noticia. Se llama publicidad.
Curiosamente, los propagadores de fake news y teorías de la conspiración no se sienten manipulados por nadie, piensan que sus opiniones son heterodoxas y originales. Pero las empresas de publicidad buscan páginas con muchas visitas para colocar sus anuncios, y esto hace que las noticias falsas sean lucrativas. Es decir, un negocio. Cuantos más clics, más dinero. Sitios como The National Report, una de las plataformas de noticias falsas de Estados Unidos, han llegado a recaudar hasta 10.000 pavos de allí (dólares) por una noticia. Eso explicaría cómo grandes empresas esparcen ciertas informaciones.
Según una Guía Básica de la BBC para detectar desinformaciones las fake news “apelan a las emociones inmediatas”. Entre otros consejos, Juliana Gragnani, la autora del artículo propone pensar y no creerse nada de inmediato, desconfiar si te causa una reacción emocional muy grande o si confirma alguna convicción que ya tenías. Una noticia verdadera, continúa, cita fuentes, incluye enlaces y hace referencia a documentos oficiales. Hay que desconfiar, añade, de las “noticias bomba” que aparecen rápidamente en el calor del debate. Elaborar una noticia y contrastar fuentes lleva tiempo.
Asimismo aconsejan leer la noticia entera, no sólo el titular, averiguar fuentes (¿es una cadena de wassap?), comprobar en google si se ha publicado en medios “serios”, buscar los datos que se citan, verificar el contexto.
Las noticias falsas tienen un 70% más de posibilidades de ser compartidas. "Si algo te hace estar muy enojado o feliz, para un poco y piensa antes de compartir la noticia. Es como decir: 'Si algo es demasiado bueno para ser verdad, probablemente no lo sea'", dice Melissa Zimdars, profesora de medios en el Merrimack College, EE.UU., e investigadora sobre desinformación.


Antonio López del Moral

Comentarios

Publicar un comentario